Los resultados de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 convocadas por el presidente del gobierno, el almirante Aznar, tras la dimisión de Primo de Rivera, fueron una sorpresa para todos. Los republicanos no esperaban el éxito y los monárquicos consideraban imposible la victoria de sus adversarios. Los monárquicos confiaron en que el manejo de la máquina gubernamental les daría la victoria, pero pronto mostraron su sorpresa al constatar la victoria de las fuerzas republicanas en 41 de las 50 capitales de provincia.

El motivo de este vuelco político fue que el sistema caciquil de la España de la Restauración había llegado a un límite insostenible. Finalmente se había colapsado y por primera vez el gobierno había sido derrotado en unas elecciones. En las zonas urbanas, donde existía una opinión pública se había votado en contra de la monarquía, mientras que en el medio rural, el descenso del voto fue muy evidente.

En un primer momento los republicanos, aunque eufóricos, mostraron una actitud de duda ante la posibilidad de tomar el poder de manera inmediata, pero los acontecimientos les llevaron a convencerse de esta posibilidad, mientras que los monárquicos, apenas si se creían que las elecciones celebradas no habían sido como muchas anteriores, una simulación.

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Alfonso XIII ante los acontecimiento, y aunque algunos le proponían resistir por la fuerza, optó por suspender el ejercicio de la potestad real y abandonar el país. La monarquía había caído porque sus miembros representaban lo que el país consideraba como un estorbo en el camino de la modernización, pero lo que los españoles no alcanzaron a ver es que excluir la monarquía no significaba necesariamente el fin de los problemas. 

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El entusiasmo con el que la sociedad española recibió la República no duró demasiado, la euforia inicial pronto fue desplazada por un clima de inquietud y violencia que llevaron a España a los llamados "trágicos años treinta". 

 

Las causas de este cambio fueron, el impacto de la crisis económica mundial que dificulto notablemente el gobierno republicano y la influencia que esta crisis tuvo en las tensiones sociales, sobre todo por la influencia de las clases proletarias. Pero sobre todo, este cambio se debió a  la brusquedad con que se produjo la transformación política. 

La política española, ante la presión de republicanos y socialistas, planteó las elecciones municipales como un plebiscito a favor o en contra de la monarquía. El triunfo de la coalición de republicanos y socialistas en las grandes ciudades, donde el sistema caciquil era menos influyente, se interpretó como un rechazo a la monarquía y dio paso a la proclamación de la república dos días después de la celebración de las elecciones, el 14 de abril. 

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La instauración de la II República coincidió con la crisis económica mundial de 1929, aunque sus efectos fueron menores que en otros países europeos, la crisis afectó negativamente a la economía española. 
 

El sector más afectado fue el comercio exterior, que descendió un 30%. Por eso, la influencia de la Gran Depresión fue mayor en los sectores más dinámicos, como la agricultura de exportación de cítricos, vino, aceite de oliva en el sector agropecuario, pero también en el de la minería o la siderurgia. 

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Sin embargo, y pese a todo lo apuntado, España no fue ajena a las transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales del Viejo Continente. Encontramos muchas similitudes, más que diferencias, especialmente con los países cercanos, concretamente con los países mediterráneos y con los de Europa del Este, los cuales vieron truncada la modernización y el crecimiento económico que venían experimentando en las últimas tres décadas.